MITOS SOBRE LOS INMIGRANTES “ILEGALES”

(Publicado en El Correo Canadiense)
Por Sergio Granillo

La moneda sigue en el aire acerca de la legalización o no de los más de 12 millones de hispanos ilegales en los Estados Unidos, y ahora la lucha ha pasado de las calles a los discursos políticos.

El problema es que existe una gran ignorancia acerca de la realidad de estas personas, cuya lucha no es reciente, sino que lleva gestándose más de 20 años. Dos son los grandes mitos acerca de los “ilegales”…

Primero, el apelativo de “ilegales”, refiriéndose a que entraron al país o permanecen en él sin una visa que avale su estancia. La realidad es que –a diferencia de Canadá- no existe en Estados Unidos un esquema de inmigración abierta, no hay visas para cualquier profesionista que desee entrar legalmente al país y buscar un trabajo, ni siquiera para los mexicanos, a pesar de que eso se contempla dentro del NAFTA.

Existen visas de trabajo, pero son como aquel acertijo de “¿qué fue primero, la gallina o el huevo?” Para que la embajada otorgue una visa de esa categoría es requisito sine qua non tener una oferta de trabajo de una empresa estadounidense demostrando que nadie más en el país puede desempeñar ese trabajo.

Aplicar a un empleo por Internet desde fuera de Estados Unidos, exige al candidato contar ya con una visa de trabajo, a veces incluso para que evalúen un currículo; lo mismo ocurre si uno va a los Estados Unidos –entrando legalmente- y acude personalmente a una empresa a buscar trabajo.

Existen casos de personas que obtienen ese tipo de visas, aún las del NAFTA, pero son muy pocos, y no tienen nada que ver con el mercado laboral de obreros y gente del servicio ni campesinos.

Tan sólo tratar de conseguir una visa de turista desde algunos países de América Latina, es una tarea casi imposible, por lo discrecional que es, sobre todo desde el ataque terrorista del 11 de Septiembre.

El segundo mito es el fiscal, que descalifica a los indocumentados por que “no pagan impuestos”. Resulta irónico que se diga eso, cuando los inmigrantes están exigiendo su reconocimiento legal, lo que implica asumir responsabilidades fiscales y, claro, recibir mejores sueldos y tener garantías ciudadanas.

Existen dos tipos básicos de impuestos, los que gravan el ingreso y los que gravan el consumo. Por el solo hecho de consumir productos y servicios en el territorio norteamericano, ya están pagando impuestos, y además representan un importante mercado para las compañías gringas; son consumidores, son clientes.

Los “ilegales” envían alrededor de 38 mil millones de dólares en remesas a México y otros países de Centro y Sudamérica, lo que implica que en los Estados Unidos ellos gastan por lo menos otro tanto. Su presencia, ilegal o no, es real y resulta un creciente mercado, que va desde ropa y alimentos, hasta bienes raíces y servicios financieros.

Por lo que se refiere al impuesto al ingreso, el trabajador ilegal es responsable en parte, pero comparte esa culpabilidad con su patrón, pues es él quien tiene la obligación de reportar a la autoridad la presencia del personal que está generando para él riqueza a partir de su trabajo; el mayor evasor de esos impuestos es el empleador, no el empleado, que además paga sueldos por debajo de los estándares legales y sin prestaciones.

La ley es un instrumento imperfecto, con vacíos y contradicciones, muchas veces rebasada por la evolución de las necesidades sociales; por eso existen los juicios y jueces que evalúan la correcta aplicación de las normas. Para eso también existen legisladores, que son electos por distintos grupos sociales para representar sus intereses e ir poniendo al día el cuerpo normativo de una nación.

El carácter de ilegalidad es transitorio y se mueve por intereses políticos y circunstancias históricas, lo que hoy es legal, mañana puedo ser ilegal, o viceversa. No olvidemos casos extremos como la Santa Inquisición, el Apartheid o los regímenes totalitarios, que en su momento fueron totalmente legales, para ser luego repudiados y acaban transforman a sus líderes y seguidores en criminales.

Hay otros mitos, como el supuesto riesgo que representan los “ilegales” para la seguridad americana, pero ellos saben que los extremistas musulmanes que secuestraron los aviones y derrumbaron las Torres Gemelas entraron legalmente a Estados Unidos, algunos incluso por la frontera con Canadá.

Es una vergüenza para los gobiernos de Latinoamérica que han propiciado las condiciones que expulsan diariamente a miles y miles de personas que arriesga su vida huyendo de la miseria, la corrupción y la falta de oportunidades; prefiriendo entrar a Estados Unidos para ofrecerse como sirvientes o empleados en condiciones de abuso, lo que a fin de cuentas es mejor que lo han dejado atrás.

Comments

Anonymous said…
Let me see if I understand your premise correctly: Because there is a deficit in the visa system of the United States that somehow justifies or rationalizes that people overstay their visas or cross illegally into this country? That is absurd. While I agree that the immigration system needs to be reformed the fact is that we still have that annoying thing called a border which must be respected period. Have you wrote about Mexico's construction of a wall to keep illegals from their southern neighbors to cross into Mexico? The fact is that when we discuss illegal immigration to the United States it is by far about Mexicans because the Mexican government has all but relinquish its role to rebuild the country and insists in exporting their political failure which is the main cause of their social inequalities.

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