PERDIDA DE DERECHOS LABORALES, SALDO DE LA CRISIS

(Posted in El Correo Canadiense)
Por Sergio Granillo

“Soy víctima de acoso en mi trabajo, pero no puedo decir nada porque soy inmigrante”, estas fueron las palabras de un joven africano que escuché platicando con una persona del lugar donde trabajo. El recién arribado a Canadá explicó que se sentía atrapado, pues en su empleo estaba siendo acosado sexualmente por su jefa y él se sentía incapaz de denunciar el hecho, porque no quería opacar su proceso de adquisición de experiencia canadiense.
Este es solo un ejemplo de lo que ocurre en un mercado tan competido, en especial para los inmigrantes. Sin embargo, una de las consecuencias más graves de las crisis económicas, y que suelen quedarse por muy largo tiempo, es la pérdida de los derechos laborales.
Asociado al fenómeno económico, está la presión sicológica. Si en condiciones normales, es difícil hallar otro empleo, en momentos como éstos, el futuro es más que incierto. A diferencia de nuestros países, donde no existe el seguro de desempleo, quizá mucha gente asume que podrá gozar de un ingreso mínimo para sobrevivir el tiempo que sea necesario.
La presente crisis económica tiene a los gobiernos del primer mundo dudando de su capacidad de mantener por mucho tiempo a un creciente número de solicitantes de seguro de desempleo. Esta es una de las razones más grandes para la poner en marcha los llamados programas de rescate, pues a final de cuentas, es obligación del Estado proveer a la población de oportunidades de empleo y, en algunas naciones, dar apoyo económico mientras se encuentran sin trabajo.
A diario nos enteramos recortes masivos de personal en todo el mundo. Y cada vez más se escucha a los patrones y gerentes decirnos: ‘deberías estar agradecido que tienes empleo’… Ahí empiezan las cosas a descomponerse. Los abusos de parte de los patrones van creciendo, y como si poseyeran el bien más preciado del planeta, empleos, presionan a los trabajadores para dar más por menos, a no quejarse, a duplicar sus tareas y a reducir sus prestaciones.
Los sindicatos dejan de tener argumentos para defender a sus asociados, tienen que doblegarse ante las condiciones económicas generales y de la empresa.
Existen ciertos sectores que gozan de casi la seguridad de que su patrón no va a desaparecer y sus empleos están garantizados. Es el caso de los empleos en gobierno.
Casos como el de la Universidad de York en Toronto, donde el gobierno tuvo que intervenir para obligar a los maestros a regresar a trabajar, suspendiendo una huelga que duro casi tres meses. Los grupos que antaño tenían el privilegio de exigir más de lo que el mercado en general ofrece, y podían presionar tomando como ‘rehenes’ a los usuarios –casos como los maestros o empleados del transporte público-, se dan cuenta que la opinión pública ya no está de su lado.
De forma similar, cuando se anunció el multimillonario rescate financiero en varios países, mucha gente reclamó a las autoridades el estar destinando dinero público para los ricos, dejando eternamente endeudados a los ciudadanos, quienes tienen la obligación legal de pagar impuestos. Es como Robin Hood al revés, quitando dinero a los pobres para dar a los ricos.
El mercado laboral se empieza a convertir en una selva para todos los ciudadanos. Las condiciones para los recién inmigrados a una nación, suelen ser más intensos. Por desconocimiento pleno de los derechos laborales, por actitudes racistas, por la presión sicológica de no poder quedar mal, por temor a no contar con buenas referencias para futuros empleos.
La larga historia de crisis en México dejó un ejemplo interesante… En la década de los 80’s, la solución a la crisis fueron los ‘pactos económicos’. Líderes del gobierno, el sector patronal, los sindicatos y los comerciantes, se sentaban a la mesa periódicamente, donde todos acordaban que ceder a cambio del beneficio común. El reto la supervivencia, el objetivo era actuar de manera conjunta, con buena voluntad, sin egoísmos, ni avaricia, que a fin de cuentas era dañina para todos.
* Periodista mexicano
(http://www.elcorreo.ca/)

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