ADAPTACION: ENTRE EL DESAPEGO Y LA NOSTALGIA

Por Sergio Granillo
(Publicado en El Correo Canadiense, columna Angeles y Demonios)

Vito es superintendente de un edificio habitacional en Toronto, nació en Italia, tiene hijos y esposa, pero no viven con él; lleva ya muchos años aquí, salió de Italia porque no se sentía a gusto allá con sus padres… Pero a él ya no le gusta Canadá, “porque la gente es muy fría; aquí sólo se trabaja, no hay vida social, y así se te pasa la vida”.

Tampoco está seguro de querer regresar a su ciudad natal, los amigos de antaño ya no lo son, pero “sin embargo, allá sí se puede salir a la calle, irse a tomar un vino con los amigos, pasar las tardes en las plazas, convivir…”

Historias similares a las de Vito y de burbujas culturales de co-nacionales, son un refugio para muchos inmigrantes, un “pedacito” del terruño por el que tarde que temprano se siente nostalgia.

Más allá de los aspectos legales, la migración es un fenómeno muy complejo, que toca aspectos sociológicos y sicológicos muy profundos.

El ser humano es por naturaleza gregario y se identifica con la tierra donde nace, de ahí la raíz de la palabra Patria y Nación, que reflejan el arraigo a la familia y a todo aquello que los rodeó desde su nacimiento; se comparten valores, gustos, formas de ver la vida, anhelos, temores, etc.

Podemos diferenciar dos tipos de emigrante, aquellos que han crecido bajo la tendencia económica de la Globalización y alimentan sus expectativas y metas con la idea de trabajar en cualquier parte del mundo, de esta aldea global, donde es posible hallar las mismas mercancías, las mismas formas de diversión, comida similar, etc., en cualquier país; producto de la estandarización de gustos en el planeta y resultado del intercambio global.

Pero existe otro tipo de migrante, aquel que se ve forzado a abandonar su país por condiciones políticas, sociales, de seguridad o económicas.

Una de las razones que marca esta diferencia es que el primero, dado su status legal, y normalmente con la capacidad económica para hacerlo, se puede desplazar de ida y vuelta continuamente entre su país natal y su lugar de trabajo, cuando así lo desea.

En cambio, el otro tipo, difícilmente puede volver a su tierra natal, o le resulta difícil y riesgoso.

Los especialistas aseguran que hay un patrón de conducta que se repite generalmente en todos los inmigrantes, existiendo un período de 1 a 3 años para que la persona que cambia de nación se integre con cierta comodidad a su nuevo ambiente, para que se adapte, se sienta parte de él.

Y ello depende, según la Pirámide de Maslow, de la satisfacción de sus necesidades, empezando por hallar un “modus vivendi” y tener seguridad en su fuente de ingresos, pero no basta, hace falta cubrir la necesidad de aceptación en un círculo social –incluso de trabajo-, y la realización de sus sueños y aspiraciones, que le generen la sensación de autorrealización.

En este proceso de redefinirse como individuo en otra nación, de repente uno se puede topar con algunas disyuntivas… Yo, por ejemplo, me pregunto de qué es más importante enterarme: ¿por qué en México el Ejército Zapatista de Liberación Nacional ha declarado alerta máxima queriendo dar la última, quizá la madre de todas las batallas, en México? o ¿por qué los habitantes de Barrie se indignan por haber sido elegidos sede del famoso concierto Live 8, en favor de los países pobres, y que nadie en el globo tenga ni idea de qué es Barrie, y se tenga que hablar de Toronto o de plano, hablar tan sólo de Canadá?

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