LA AMENAZA DEL TERROR

(Publicado en El Correo Canadiense)
Por Sergio Granillo


Desde el ataque terrorista a Nueva York, el 9/11, del año 2001, el mundo se ha acostrumbrado a vivir con la idea de que ciertas ciudades, en algún momento, serán víctimas de algún tipo de ataque realizado por grupos terroristas. Hoy, Canadá se pregunta ¿seguimos nosotros?

Pareciera una maldición, que lo es para el ciudadano común, pero tiene una lógica macabra que pocos aceptan.

Una cosa cierta ha dicho el Presidente George W. Bush : el mundo vive una guerra de terror; pero como en todas las guerras, existen dos contendientes o dos bandos que agrupan diversos contendientes; y a poco de haber comenzado el siglo XXI estamos enfrascados en algo que pareciera un conflicto entre el ‘mundo cristiano’ y el Islam.

De sobra está decir que el verdadero trasfondo de esta guerra es la ambición de algunas compañías, sobre todo norteamericanas, que buscan apoderarse del petróleo del Medio Oriente, sin importarles que ello signifique el sacrificio de vidas humanas tanto en aquella región como en Europa y Norteamérica.

Es injusto el trato que noticiosamente se da a los ataques terroristas, no porque se justifique el asesinato a sangre fría de gente inocente, sino porque esta información se aisla de la contraparte, es decir del asesinato de otra gente también inocente y de soldados que defienden sus tierras en naciones del Medio Oriente, como Irak.

En esta guerra del terror, los ataques de parte de los « nuevos aliados », Estados Unidos, Inglaterra y aquellos que han osado apoyarlos, se justifican, se dice que son para acabar con la amenaza de grupos extremistas que sólo quieren esparcir terror por el planeta; las muertes de la gente a manos de estos soldados, quiere presentarse como actos heroicos, mientras que los « avances » de los grupos musulmanes que ahora han gustado de darse en el transporte público de importantes ciudades, se asumen como « crueles ataques terroristas ».

Quizá sea cuestión de territorialidad, pero en este mundo globalizado, ya no existen fronteras territoriales, menos en tiempos de guerra; los campos de batalla no se circunscriben sólo a Medio Oriente; igual se libran batallas en las estaciones del metro, abordo de autobuses o de aviones, aún en imponentes edificios o en las oficinas centrales militares, al otro lado del mundo.

Esto genera severos problemas para los llamados cuerpos de seguridad en las naciones del Primer Mundo; las historias de espías de la época de la Guerra Fría, reflejaban un gran control del estado de cosas (status quo), el libre mercado –en cambio- ha disuelto muchos de los esquemas de control político y militar, que permitían a los cuerpos secretos de los gobiernos infiltrar gente en aquellos grupos que representaran algún peligro para su seguridad, y actuar de manera preventiva, evitando así posibles ataques.

Hoy en día, esos esquemas están rebasados, son obsoletos; inlcuso debido a falta de comunicación entre ellos mismos o por fugas de información. Otro elemento que ha hecho más complicado darle seguimiento a las actividades de estos grupos es precisamente la tecnología que se creó para los espías que antes realizaban tales controles, la Internet.

Tras el reciente ataque terrorista en Londres, varios países se preguntan quién sigue y la gente está segura de que en algún momento su ciudad será víctima de alguno de estos ataques, y como dicen los gringos, tienen que aprender a vivir con esa posibilidad.

Canadá, dicen algunos, será uno de los siguientes blancos, ¿la razón? Su participación conjunta en algunas de las operaciones militares de los Estados Unidos en el Medio Oriente. Decisión tomada por el gobierno, quizá sin consentimiento de su población.

En España, tras los ataques al metro de Madrid, la gente se rebeló contra su gobierno y aprovechó las urnas para decirle que no querían que su nación se involucrara en asuntos que no le conciernen y que además le trajeron en consecuencia un ataque de esa magnitud en que gente inocente perdió la vida.

Y a sabiendas de todo esto, existen grupos y gobiernos que siguen apoyando las invasiones e incursiones militares de Estados Unidos a Medio Oriente, sin medir las consecuencias que ello trae para su propia población.

¿Hemos pensado alguna vez que, en parte, los ataques terroristas constituyen la única medida que pueblos tan empobrecidos pueden asumir para contratacar a poderosos enemigos con una enorme capacidad bélica?

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