APOYO A INMIGRANTES, VISION DISTORSIONADA

(Publicado en El Correo Canadiense)
Por Sergio Granillo

Los inmigrantes no somos discapacitados; el hecho de venir de países en crisis política, económica o social, no implica tener en lo personal un subdesarrollo intelectual o académico, ¿por qué entonces la mayoría de las acciones y programas de “apoyo a inmigrantes” le dan tanta importancia a la “capacitación”?

Al conceder una visa de residente, el gobierno canadiense ya ha sometido al solicitante a un arduo proceso de filtración comprobando sus capacidades intelectuales y profesionales.

Mucho se habla de la gran barrera racial llamada “experiencia canadiense”, pero poco se ha hecho para resolverlo. El gobierno canadiense ha lanzado una campaña llamando la atención en el hecho de que muchos patrones (o empleadores) canadienses tienen en posiciones de muy bajo nivel a muchos inmigrantes con altas calificaciones académicas.

Los políticos hablan del problema de la subocupación de los inmigrantes, pero manejan la idea de que los inmigrantes no encuentran trabajo en su área profesional, porque no tienen las habilidades que requiere el mercado laboral. No hablan de dar incentivos a los patrones que abran sus puertas a los inmigrantes o presionarlos para dar un trato equitativo.

La forma como se plantea el problema ve a los inmigrantes como personas con discapacidad, que no cuenta con las habilidades suficientes para desempeñar un trabajo profesional.

En el caso de México, resulta más que aberrante esta situación, pues la débil memoria histórica, ha borrado el hecho de que en 1994 cuando se firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA), la nación azteca atravesó una profunda transformación en su cultura empresarial y en sus programas académicos, buscando igualar los “estándares productivos y educativos” de los nuevos socios comerciales, Canadá y Estados Unidos.

Las universidades mexicanas, por ejemplo, han venido enseñando en sus aulas con libros de Harvard y han enseñado teorías administrativas de autores norteamericanos, partiendo de la realidad del mundo de negocios de Norte América.

Los intercambios comerciales de productos y subproductos se han acoplado a la perfección, gracias a estándares de calidad aplicados sin distinción en todo el mundo (e. g. ISO 9000), pero los profesionistas que emigran a Canadá son tratados como aborígenes analfabetas que han escapado de la selva.

Quizá, además del racismo, es la misma ignorancia la que se impone, pues de manera errónea se considera que quien no habla inglés (o no apropiadamente), tiene una capacidad intelectual inferior. Se olvidan de que el idioma es un medio para expresar ideas y comunicarnos, y que el ser capaz de hacerlo en un idioma secundario al natal, constituye una habilidad intelectual adicional.

Esta situación semeja aquellas épocas históricas de oscurantismo en que se consideraba como especies inferiores a los negros, a las mujeres o a los indígenas.

¿Por qué no capacitar a los reclutadores, gerentes y personal de recursos humanos, para que sean capaces de comunicarse con aspirantes de diversas nacionalidades, y que tengan la capacidad suficiente para detectar las habilidades que convienen para sus empresas?

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