DE TODOS MODOS… ¿QUÉ ES LA POLITICA?
(Publicado en El Correo Canadiense)
Por Sergio Granillo
La muerte de Jane Creba, adolescente canadiense blanca, en el corazón de Toronto, en el Boxing Day, durante una balacera entre bandas de jóvenes negros, ahora sí indignó y preocupó a las autoridades de Canadá. Esto envuelve muchos significados y tiene que ver con la política, aunque no lo parezca.
Frecuentemente, se nos olvida lo qué es la política; muchos la toman como algo ajeno, como un asunto sólo de ricos y poderosos, que nada tiene qué ver con nosotros los hispanos que vivimos en Canadá, menos siendo parte de una “minoría visible”.
El lamentable suceso provocó –más por azar que con intención-, que por fin la sociedad entera, los políticos en campaña y las autoridades en funciones voltearan a ver un drama que meses atrás otros padres habían sufrido, sin encontrar una respuesta contundente.
Cuando las balas de las pistolas de las bandas de jóvenes negros atravesaron ese “muro invisible” que divide las “minorías visibles” de los canadienses-canadienses, y arrebataron la vida de un canadiense blanca y angloparlante, el problema se convirtió en un asunto de interés nacional, tomó otra dimensión.
E insisto, ¿qué tiene que ver con la política, si este lamentable hecho es un asunto del ámbito judicial o policíaco? Recordemos que el término “política”, significa todo aquello relacionado con la vida de la polis, que en griego significa “la ciudad”.
La muerte de Jane Creba en un fuego cruzado entre pandillas, en una de las avenidas más transitadas de la ciudad más grande de Canadá, en una hora pico, en un día feriado –que es una fiesta exclusivamente de los canadienses-, pone en evidencia el desbordamiento de un problema que hasta había sido minimizado, porque las autoridades consideraban que se trataba de una problemática limitada a una minoría étnica (negros pobres).
Todos los que habitamos en un territorio determinado pasamos a ser parte de su sociedad, y nos afecta todo lo que en ella ocurra; no podemos mantenernos ajenos con la miope excusa de pertenecer a “una comunidad” en particular. Eso no significa renunciar a una identidad o a una cultura, es sencillamente asimilar y aceptar que en Canadá, particularmente en Toronto, conformamos una sociedad multicultural de la que no debemos sentirnos ajenos.
Es decir, la política también es un asunto que nos compete, a tal grado que de cada dólar que ganamos o que pagamos al comprar alguna mercancía, pagamos un tributo obligatorio al gobierno, y si les pagamos, debemos al menos estar enterados de qué hacen con ese dinero.
Y que esos recursos se utilicen en beneficio de todos, ya sea para servicios de salud, de transporte, de educación, de infraestructura, de promoción para crear más empleos, para contar con cuerpos policíacos suficientes y eficientes.
Lo mínimo que un gobierno tiene por obligación garantizar a los ciudadanos, a los contribuyentes, es proteger su vida y sus propiedades.
Por desgracia, perdemos de vista esta realidad y pensamos que no existe razón alguna para involucrarnos en las discusiones entre conservadores, liberales, bloque quebenquense o los neo-democrátas.
Nos sentimos satisfechos de vivir bajo un régimen democrático, sueño que todos los latinoamericanos hemos tenido para nuestros países, sin hasta ahora ver claro; pero asumimos que en Norteamérica gobierna la democracia.
Pero ¿qué es la democracia sin la participación ciudadana?
La política es algo muy noble que ha sido empantanado por quienes ejercen el poder, pero en esencia significa tener conciencia de que pertenecemos a una sociedad, que nos incumbe lo que ocurre a nuestro alrededor; que si dejamos crecer un problema que parece ajeno, tarde o temprano nos afecta a todos.
Cuando las calles pueden ser tomadas así por delincuentes, una y otra vez, el llamado “status quo”, o estado de cosas, o Estado de Derecho, está en peligro, está siendo vulnerado, doblegado; pone en evidencia que las fuerzas del orden y la ley no están cumpliendo con su deber. La sociedad necesita conocer qué ha desatado actitudes tan violentas en ciertos sectores de la sociedad.
También es delicado que las autoridades y la sociedad en su conjunto se sientan vulneradas ante un crimen más que respecto a otro, arrojando señales claras de racismo; una sociedad fragmentada, no tiene fuerza, es fácilmente sometida a los caprichos del poder y de las pugnas por el poder.
Ya sean bandas de adolescentes de raza negra o bandas de blancos con traje intercambiando acusaciones en palestras y medios públicos, por dominar un territorio o en búsqueda de ‘vendetas’; ambas ignoran algo que se llama “el bien común”; y la única que puede restablecer el equilibrio, el status quo, el orden y la ley, es la presión de la sociedad.
Por Sergio Granillo
La muerte de Jane Creba, adolescente canadiense blanca, en el corazón de Toronto, en el Boxing Day, durante una balacera entre bandas de jóvenes negros, ahora sí indignó y preocupó a las autoridades de Canadá. Esto envuelve muchos significados y tiene que ver con la política, aunque no lo parezca.
Frecuentemente, se nos olvida lo qué es la política; muchos la toman como algo ajeno, como un asunto sólo de ricos y poderosos, que nada tiene qué ver con nosotros los hispanos que vivimos en Canadá, menos siendo parte de una “minoría visible”.
El lamentable suceso provocó –más por azar que con intención-, que por fin la sociedad entera, los políticos en campaña y las autoridades en funciones voltearan a ver un drama que meses atrás otros padres habían sufrido, sin encontrar una respuesta contundente.
Cuando las balas de las pistolas de las bandas de jóvenes negros atravesaron ese “muro invisible” que divide las “minorías visibles” de los canadienses-canadienses, y arrebataron la vida de un canadiense blanca y angloparlante, el problema se convirtió en un asunto de interés nacional, tomó otra dimensión.
E insisto, ¿qué tiene que ver con la política, si este lamentable hecho es un asunto del ámbito judicial o policíaco? Recordemos que el término “política”, significa todo aquello relacionado con la vida de la polis, que en griego significa “la ciudad”.
La muerte de Jane Creba en un fuego cruzado entre pandillas, en una de las avenidas más transitadas de la ciudad más grande de Canadá, en una hora pico, en un día feriado –que es una fiesta exclusivamente de los canadienses-, pone en evidencia el desbordamiento de un problema que hasta había sido minimizado, porque las autoridades consideraban que se trataba de una problemática limitada a una minoría étnica (negros pobres).
Todos los que habitamos en un territorio determinado pasamos a ser parte de su sociedad, y nos afecta todo lo que en ella ocurra; no podemos mantenernos ajenos con la miope excusa de pertenecer a “una comunidad” en particular. Eso no significa renunciar a una identidad o a una cultura, es sencillamente asimilar y aceptar que en Canadá, particularmente en Toronto, conformamos una sociedad multicultural de la que no debemos sentirnos ajenos.
Es decir, la política también es un asunto que nos compete, a tal grado que de cada dólar que ganamos o que pagamos al comprar alguna mercancía, pagamos un tributo obligatorio al gobierno, y si les pagamos, debemos al menos estar enterados de qué hacen con ese dinero.
Y que esos recursos se utilicen en beneficio de todos, ya sea para servicios de salud, de transporte, de educación, de infraestructura, de promoción para crear más empleos, para contar con cuerpos policíacos suficientes y eficientes.
Lo mínimo que un gobierno tiene por obligación garantizar a los ciudadanos, a los contribuyentes, es proteger su vida y sus propiedades.
Por desgracia, perdemos de vista esta realidad y pensamos que no existe razón alguna para involucrarnos en las discusiones entre conservadores, liberales, bloque quebenquense o los neo-democrátas.
Nos sentimos satisfechos de vivir bajo un régimen democrático, sueño que todos los latinoamericanos hemos tenido para nuestros países, sin hasta ahora ver claro; pero asumimos que en Norteamérica gobierna la democracia.
Pero ¿qué es la democracia sin la participación ciudadana?
La política es algo muy noble que ha sido empantanado por quienes ejercen el poder, pero en esencia significa tener conciencia de que pertenecemos a una sociedad, que nos incumbe lo que ocurre a nuestro alrededor; que si dejamos crecer un problema que parece ajeno, tarde o temprano nos afecta a todos.
Cuando las calles pueden ser tomadas así por delincuentes, una y otra vez, el llamado “status quo”, o estado de cosas, o Estado de Derecho, está en peligro, está siendo vulnerado, doblegado; pone en evidencia que las fuerzas del orden y la ley no están cumpliendo con su deber. La sociedad necesita conocer qué ha desatado actitudes tan violentas en ciertos sectores de la sociedad.
También es delicado que las autoridades y la sociedad en su conjunto se sientan vulneradas ante un crimen más que respecto a otro, arrojando señales claras de racismo; una sociedad fragmentada, no tiene fuerza, es fácilmente sometida a los caprichos del poder y de las pugnas por el poder.
Ya sean bandas de adolescentes de raza negra o bandas de blancos con traje intercambiando acusaciones en palestras y medios públicos, por dominar un territorio o en búsqueda de ‘vendetas’; ambas ignoran algo que se llama “el bien común”; y la única que puede restablecer el equilibrio, el status quo, el orden y la ley, es la presión de la sociedad.
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