TRAS LA PANDEMIA, LA DEPRESION
(Publicado en https://elqueretano.info/noticias/mirador/)
Marzo 20, 2020.
El mundo vive tiempos muy difíciles, con una
pandemia como no se había vivido antes. Las economías están paralizadas, las
fronteras cerradas, y tras la crisis sanitaria, vienen las consecuencias
económicas. Algunos vaticinan que esto es el fin de la economía global.
Canadá ha podido ir manejando las cosas a buen
tiempo, a inicios de esta semana se pidió a toda la sociedad que se quedara en
casa y día con día han ido agregando restricciones, cierres de negocios, de
viajes internacionales, y mañana se cierra la frontera con los Estados Unidos;
solo mercancías y casos especiales serán permitidos.
Como en otras partes del mundo, la epidemia que
apareció en China a finales de 2019 se veía un poco lejos, pero se tomó en
serio porque en Canadá se encuentra una de las comunidades chinas más grandes
fuera de aquel país. La gente empezó a alejarse de los barrios y negocios
chinos; empezaron las compras de pánico, sí aquí también volaron enlatados,
congelados y papel de baño.
Pero al tiempo de que se pedía el cierre masivo
de negocios, que la gente trabajara desde casa (donde fuera posible), y ante la
caída masiva de las bolsas de valores y la caída de los precios internacionales
de petróleo (que beneficia a los consumidores, pero afecta a los países
productores), el gobierno empezó a preparar programas millonarios de ayuda para
pequeñas empresas y gente que dejó de tener ingresos debido a la crisis
sanitaria.
Ahora las calles de todas las ciudades lucen
como pueblos fantasmas, salvo centros hospitalarios, farmacias y tiendas de
abarrotes, casi todo ha cerrado. Primero fueron los eventos deportivos, que
fueron cancelados, luego cada día iban aumentando las restricciones. Luego
cancelaron clases y cerraron las fronteras a todos los turistas, y el gobierno dijo
a todos los canadienses que se hallaban en el extranjero que debían regresar de
inmediato al país. Los restaurantes y cafeterías pueden abrir solo para vender
cosas para llevar o entrega a domicilio. Yo vi a personal de seguridad
vigilando las áreas de comida rápida.
A diario los noticiarios informan de los
avances de la pandemia en el mundo, de los casos detectados, los enfermos y los
muertos. Los noticieros y las redes sociales hablan solo del coronavirus, o
como se le llamó después COVID-19.
Una cosa es verlo en las pantallas, otra es ver
avisos en el edificio donde vives indicando medidas sanitarias, tu oficina
cerrada por tiempo indefinido, ver la reducción de servicios abiertos al
público; ir al super y encontrar la mitad de los estantes vacíos; viajar en el
metro y ver los trenes y andenes casi vacíos, la gente viendo a otras con
desconfianza, muchos usando cubrebocas. De pronto, es como una pesadilla, eso
que solo veías en las películas de terror o en las noticias en lugares
distantes, ahora te rodea y te cambia la vida… entonces te preguntas ¿Qué va a
pasar después? ¿Cuándo se va a acabar? ¿Cuántas más personas van a morir? ¿Me
voy a infectar yo?
Y de pronto veo en las noticias y en mis redes
sociales que en México no pasa nada, es más el mismo Presidente de la Republica
se ríe de la pandemia y en su conferencia matutina de prensa dice que a él lo
protegen sus estampitas de santos y un escapulario. Cuando por fin el gobierno
cancela clases y la gente se vierte en masas a la playa, se hacen
manifestaciones populares y eventos masivos.
Sumando a esa confusión, un amigo uruguayo me
dice que por esas latitudes ven con gran respeto a México y que allá vieron una
conferencia del Secretario de Salud de México y -me dice- que le parece una
verdadera eminencia.
Algo no checa, no tiene sentido. O todo el
mundo está equivocado, o los mexicanos están hechos de algo especial que los
hace inmunes a un súper virus mutante que tiene a todo el mundo de rodillas.
Mientras en países como Canadá y los Estados
Unidos (que también llegó tarde a tomar las medidas necesarias), discuten la
disponibilidad de pruebas para detectar el virus, prevén cuántas camas de
hospital, equipos médicos y respiradores artificiales van a necesitar, viendo
lo que está pasando en Asia y en Europa, México ni siquiera se pide a la población
que tome precauciones y asuma lo que se llama “distancia social” para reducir
el contagio de un virus mortal.
Mi teoría es que además de la irresponsabilidad
e ignorancia del gobierno, es esa mentalidad de que México está tan lejos del
resto del mundo, que ni lo bueno ni lo malo le va a llegar. La gente sí cree
que se puede ganar un avión, o su valor equivalente en una rifa, pero no cree
que un virus que se ha extendido como fuego en el mundo vaya a afectar al país.
En Cozumel dejan desembarcar a un crucero al cual se le negó acceso en varios
puertos del Caribe, y a los pocos días, muchos barcos más deciden arribar a ese
puerto, mientras el resto del mundo los rechaza, porque el gobierno les da la
bienvenida.
Dicen que no hay casi mexicanos que viajen a
China, quizá van a Europa, pero muy pocos, y cuando empiezan a brotar enfermos
de coronavirus, los llaman “casos importados”. Bueno, el virus no conoce
fronteras, y si bien es cierto, la mayoría de los mexicanos no puede viajar al
extranjero, Estados Unidos -que respondió tarde a la emergencia mundial- dejó
crecer el número de infectados y muchos americanos sí visitan México y muchos
mexicanos viajan a la Unión Americana. El turismo atrae a muchos visitantes de
todo el mundo, eso es un gran riesgo de contagio.
Y tras la pandemia viene la crisis económica,
que algunos ya llaman una depresión tan grande como la de 1929. La economía
global está paralizada, la caída de las bolsas es imparable, industrias como la
aviación y el turismo están al borde de la quiebra, hay despidos masivos,
porque la gente esta encerrada en sus casas, los negocios cerrados, el comercio
de cosas no básicas está muerto.
Los gobiernos de los países del primer mundo
están evaluando este tipo de impacto y están preparando multimillonarios
paquetes de ayuda para empresas y personas mas vulnerables, pero los efectos de
la pandemia apenas están por verse.
En México, aun no se considera eso, ni siquiera
se mencionan los efectos devastadores que tendrá la parálisis económica de su
principal socio comercial, el cierre de fronteras… ni con 10 aviones
presidenciales y 50 estampitas de santos van a poder hacerle frente. Ni porque
el peso se devaluó y ya casi llega a los 24 pesos por dólar.
Vivimos un caso histórico, algo que no se había
vivido nunca; en algunos países y aun en lugares como California se acaba de
ordenar a la población entera quedarse en casa, algo que en tiempos de guerra
se conoce como toque de queda. Es responsabilidad de todos en todo el mundo
poner de nuestra parte para contener este virus mortal. Es una prueba de fuego
para todos los gobiernos. Las repercusiones económicas y financieras van a ser
muy profundas, como un tsunami después de un terremoto. ¡Mucha suerte, México!
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