100 MIL HISTORIAS
Por Ricardo Lozano
(Publicad en Noviembre 22, 2020.)
Nancy Russell, una mujer de 90 años
de edad, vivía en un hogar para ancianos con una vida muy activa; ella
disfrutaba ir a la biblioteca, tomar largas caminatas, hacer sus compras y
platicar con la gente. Cuando la primera ola de Covid 19 le pegó a Canadá en
marzo de este año, todo cambió, se prohibieron salidas, visitas de la familia,
incluso tuvo que ser confinada a su cuarto por varios días para evitar ser
contagiada.
Una vez que pasó la emergencia
sanitaria, ella retomó su vida normal, hasta octubre cuando la llegada de una
segunda ola de Covid se veía venir. Ella decidió solicitar (algo nuevo en
Canadá), fijar la fecha para su muerte asistida (eutanasia). Nancy prefirió
morir rodeada del amor de su familia antes que pasar por otro confinamiento o contagiarse
y morir sola en un hospital.
Como en muchos países, los ancianos
y en especial aquellos que viven en asilos fueron los más afectados por la
pandemia. En la primera ola se calcula que, de las 10 mil muertas ocurridas en
todo el país, 80% ocurrieron en los asilos (una de las más altas proporciones
en el mundo), 70% del total de fallecidos tenía más de 80 años de edad.
Así como Nancy, cada persona que
fallece de Covid 19 tiene una historia, una familia, un nombre. El exceso de
información sobre fenómenos mortales como la pandemia, cuando se cuentan
decesos como contar peras o canicas, hace perder la perspectiva, la humanidad.
México acaba de pasar (en cifras oficiales) los 100 mil muertos y, aun así, lo
que yo percibo es que, a diferencia de la mayoría de otras naciones, la
pandemia no constituye un asunto de alto impacto o de gran seriedad.
En la más reciente reunión virtual
de los líderes de los países más ricos del mundo, la G20, el Presidente López
Obrador se refirió a los grandes retos de la crisis sanitaria y económica, algo
que en sus reportes diarios parece no existir; y se atrevió a pedir a los otros
líderes que eviten cierres masivos de las economías.
La estrategia de minimizar el
peligro de la pandemia para justificar no cerrar la economía, y no dar apoyos
financieros a los sectores más afectados, significa que el Estado Mexicano ha
dejado de cumplir dos de sus deberes esenciales: proteger la vida de la gente
(hacer todo lo posible para prevenir muertes), dar los recursos para personal médico
y centros de salud; y usar los recursos públicos (o incurrir en endeudamiento
de ser necesario) para apoyar a las personas y negocios afectados por el cierre
de la economía. México es uno de los países donde menos apoyos financieros ha
dado el gobierno a las personas y negocios impactados por el cierre de las
economías.
Es cierto, la gran mayoría de las
naciones ha tenido que dotar a sus gobernantes de poderes extraordinarios para
temporalmente quitar a la gente su libertad de movimiento, un derecho esencial,
pero todos han entendido que, sin una cura ni una vacuna para una nueva
enfermedad altamente contagiosa y potencialmente mortal, es indispensable
contener a la mayoría de los ciudadanos en sus casas para evitar el mayor
número posible de contagios y muertes.
Un chiste ejemplifica esta
situación… Está un general con su equipo de vigilancia militar durante una
guerra, y un oficial le dice: “señor, el radar muestra que se acercan varias
naves enemigas”; el general le ordena al oficial apagar el radar… ¡Y así cree
que evitará la guerra!
A diferencia de la primera, para
enfrentar la segunda ola que ya empezó en Canadá el gobierno federal no ha
intervenido directamente -salvo por la extensión de los programas de apoyo
financiero a gente y a negocios-. Ha dejado que cada provincia adopte las
medidas que considere necesarias. La razón es que ya se cuenta con equipo de
protección suficiente, los médicos conocen mejor la nueva enfermedad y saben qué
medicamentos mitigan sus efectos, pero lo más importante es que se hacen muchas
pruebas al día.
De este modo, al ser capaces de
visualizar donde hay más casos positivos, se hacen rastreos para contener la
propagación; la gran mayoría de la gente es consciente de los riesgos de la
enfermedad y casi todo mundo usa cubrebocas. Cuatro provincias del este, las
llamadas Marítimas, decidieron cerrar sus fronteras provinciales casi todo el año,
crearon la “burbuja Atlántica” y por meses no tuvieron un solo caso, sus
negocios abrieron más rápido que otras provincias y no había casi restricciones.
Al inicio de esta segunda ola, mientras otras provincias tienen más de mil
casos positivos diarios, ellos tenían 1 o 2, ahora llegaron al “caso extremo”
de 23 positivos en un solo día. La prensa americana habló del ejemplo que esa
región estaba dando con su férreo apego a la ciencia y de toda la gente
cumpliendo las reglas sanitarias, lo que les permitió terminar la emergencia
sanitaria antes que el resto del país y reabrir más pronto su economía; y claro
tener muchas menos muertes.
En el caso de Ontario, ahora que se
puede monitorear por dónde se mueve con más intensidad el virus, el lunes 23 de
noviembre se volverá a hacer un cierre general en las regiones de Toronto y
Peel, el resto de la provincia podrá seguir con operaciones menos restringidas.
A diferencia del primer cierre, las escuelas siguen abiertas, muchos comercios
pequeños pueden hacer “venta de banqueta” (la gente ordena en línea y recoge a
la puerta del negocio) y todos los que pueden siguen trabajando desde casa.
Claro que el costo económico es muy
alto. Ahora que se conoce donde se generan más contagios, los dueños de
comercios pequeños se han quejado de ser ellos los que tienen que cerrar si,
según los datos del gobierno, la mayoría de los contagios ha ocurrido en
reuniones familiares. Todos los negocios que reciben gente llevan registro de
nombres y teléfonos, para continuar con el rastreo y en caso de un brote
notificar a las personas y aislarlas, así se para el contagio.
La Ciudad de México, cuya población (zona
conurbada) es casi tan grande como toda la de Canadá, está haciendo un promedio
de 700 pruebas al día, en el mejor de los casos 5 mil por semana. Tan solo en la
provincia de Ontario (15 millones de habitantes) se hacen alrededor de 50 mil
pruebas al día.
Es claro que la economía mexicana no
es tan fuerte como la canadiense, pero negar la gravedad de la pandemia para no
dar apoyo a los grupos vulnerables es criminal. El solo hecho de que México sea
parte de la G20 indica que es una nación con recursos, y no hay que olvidar que
los recursos fiscales son dinero de la gente. En Norteamérica se usa el término
“taxpayer money”, dinero que paga el pueblo en impuestos. Me da la impresión
que para muchos mexicanos, los “apoyos” del gobierno son dádivas generosas de
los gobernantes; no lo son, ellos solo tienen la (alta) responsabilidad de
administrarlos. Y eso incluye el endeudamiento.
Algo perturbador que he oído que
pasa en México respecto al Covid es, además de la negación, la estigmatización.
La gente que sospecha que está infectada, y aun si realmente lo está, lo oculta
por temor a ser agredida, señalada, criticada y a perder su trabajo. Se ve a la
enfermedad como una maldición más que como una enfermedad. Sin mencionar el
miedo a ir a los hospitales públicos donde -dicen- 8 de cada 10 ingresados
mueren. Los hospitales privados son extremadamente caros.
Negar una realidad, no resuelve el
problema (como el chiste del radar), genera vacíos, que van ocupando rumores,
oscuridad y solo multiplica los contagios y los decesos. ¿Cuántos muertos más
(oficiales) se tienen que dar en México para que su polémico gobierno esté a la
altura de los otros miembros de la G20?
Comments