JUEGOS POLITICOS EN LA ERA DE FAKE NEWS
Por Ricardo Lozano
(Publicad en enero 24, 2021.)
Durante cuatro años, el mundo
aprendió que se puede gobernar (y hacer propaganda) por Twitter, en su capítulo
final ese circo político culminó con la toma violenta del Capitolio de los
Estados Unidos por una turba enardecida que pretendía preservar en el poder a
su líder ideológico Donald Trump.
Jennifer Hochschild, profesora de Harvard,
describe la naciente era de la “post-verdad” como un regreso a las prácticas
políticas e informativas de los siglos 18 y 19 en los Estados Unidos, después
de que durante el siglo XX los medios ejercían una práctica informativa
equilibrada, con baja retórica.
Antes de oír el término “fake news”
(mentiras falsas), se habló de “gaslighting”, término basado en la
película Gaslight (1944), donde se describe una estrategia política para
confundir a los ciudadanos, difundir mentiras, usando un estilo de burla y
silencios (no hablar de problemas reales), lo cual siembra grandes dudas en el
público y los somete a su voluntad. Estas tácticas las usan mucho personajes
narcisistas y agresivos, al estilo de Donald Trump y Andrés Manuel López
Obrador.
El 6 de enero -una escena como de película-
miles de enardecidos seguidores de Trump, fustigados por él mismo, convencidos
de que hubo fraude electoral (idea compartida incluso por el presidente
mexicano) entraron con violencia a la sede del poder legislativo americano con
la intención -según testimonios legales- de asesinar a los legisladores que iban
a reconocer el gobierno de Joe Biden.
Atrás quedaron aquellas
manifestaciones populares basadas en ideales humanitarios o ideologías
políticas serias. Esta turba la formaban grupos radicales neonazis, gente que
cree en cultos satánicos, unos que buscan revivir las cruzadas de la edad
media, otros que veneran dioses nórdicos; aquellos que aseguran que Trump es un
enviado celestial para salvar a la humanidad, y todo tipo de fantasías que persiguen
la supremacía de la raza blanca anglosajona. En esa turba había legisladores,
policías en activo y militares.
La investidura del presidente Joe
Biden fue un evento lleno de simbolismos, un regreso a un ejercicio político
tradicional. Además de la grave crisis sanitaria y su grave impacto en la
economía, el nuevo gobierno enfrenta un profundo divisionismo. Biden llegó al
poder con el apoyo de la mitad de la población, su reto es ganar la confianza
de la otra mitad.
Al saberse, por reportes de sus
cuerpos de inteligencia, de que se preparaban revueltas armadas a lo largo de
todo el país, y buscando evitar otro intento de toma del Capitolio, -en un acto
sin precedentes- el evento de investidura de Biden destacó por la presencia de
miles de soldados, cuerpos policiacos, barricadas y todo tipo de medidas de
seguridad; emulando escenas solo vistas en regímenes militares y autoritarios,
como Rusia y China.
Con la urgencia de parar en seco la
propagación del Covid 19 (y sus mutaciones), Biden tendrá que imponer medidas muy
estrictas de confinamiento y protección como el uso obligatorio de cubrebocas (que
ya se hace en otros países). Los americanos estaban acostumbrados a “defender
sus libertades individuales”, negándose a cumplir tales medidas sanitarias, y
muchos siguen creyendo que Biden no debería estar gobernando.
La agenda interna del gobierno de
los Estados Unidos va a estar muy por encima de sus relaciones con el exterior.
Un ejemplo es que en las primeras horas de la administración, Biden canceló de
tajo el proyecto de un oleoducto que transportaría petróleo de Alberta (Canadá)
al territorio americano. Un golpe bajo para la economía canadiense, sin previo
aviso y aun cuando Biden había dicho que negociaría con Trudeau el
controvertido proyecto. Joe tenía que cumplir una promesa de campaña a su pueblo,
aun dañando la relación con su socio comercial más importante.
No solo los presidentes ejercen jugadas
políticas… Otro golpe a Trudeau estos días fue dado por Pfizer, que de pronto
dijo a sus clientes en Europa y Canadá que reduciría sus envíos de vacuna
contra Covid 19 durante unas semanas, debido a que su planta en Bélgica estaba
siendo ampliada para incrementar su capacidad. Pero al final, en vez de una
reducción Pfizer hizo una suspensión total temporal, y Canadá no recibirá
vacunas (pagadas por anticipado) por varios días.
En los medios se coló la noticia de
que Pfizer en Canadá estaba solicitando al gobierno que le diera algunas
exenciones fiscales para favorecer sus operaciones en el país; y algunos ven la
decisión de dejar de enviar vacunas al país como una forma de presionar para
conseguir tales beneficios.
Casualmente, anoche los noticieros hablaron
de un descubrimiento de científicos en Montreal (Canadá), en vías de confirmar para
uso oficial una medicina -ya existente- que está probando ser muy efectiva para
curar pacientes de Covid 19, la Colchicina, droga usada para tratar la gota.
Este medicamento (barato y ya de venta en las farmacias) están demostrando poder
reducir la gravedad y la mortalidad de pacientes con coronavirus, en altos
porcentajes.
Cuando a nivel internacional se dijo
que Pfizer dejaría de mandar vacunas a varios países por la ampliación de su
planta en Bélgica, en México López Obrador dijo que se debía a que iban a
cederle esa porción de sus vacunas a países pobres…
Pero, cuántas veces los seguidores
de López han justificado que el gobierno no tenga ningún plan de apoyo
financiero a personas y negocios por los efectos de la pandemia, debido a que
México no es un país rico… Esta gente no entiende que, si México es parte del
G20, es una de las naciones más ricas del planeta. Aunque la economía mexicana
no se compara con la de Estados Unidos o de Canadá, ¡tampoco es lógico que sus planes
de apoyo financiero por la crisis sanitaria sean comparables a los que se están
dando en Uganda!
Y volvemos al punto, la ausencia de
verdad en la información que proviene de las autoridades. Los voceros de Trump
se referían a “otra realidad”, López Obrador ha dicho “yo tengo otros datos”.
Si ahora el presidente justifica una acción porque México es rico, mañana
justifica otra porque el país es pobre, ambas se aceptan por el pueblo, aunque
sean contradictorias. Un día se aplaude el rol de la DEA para aprehender
criminales mexicanos, al día siguiente se ataca a la DEA y se exonera a un
personaje que presuntamente ha apoyado a la mafia.
Quizá una de las consecuencias del
confinamiento es el aislamiento social; cada quien vive en su burbuja, ve el
mundo a través de pantallas y cada quien construye la realidad que quiere ver…
o que otros quieren que vean. Habrá que esperar a ver qué o quién va a llenar
ese gran hueco que dejaron los tweets de Trump en el recinto de poder del
ciberespacio. Al menos por ahora -y sin ser su intención- fue el senador
socialista (suspirante presidencial) Bernie Sanders, que sin pretenderlo le robó
cámara al mismo Joe Biden y a Kamala Harris, y fue mayor tendencia de moda en
redes que J Lo y Lady Gaga. ¡El pueblo quiere circo!
Por Ricardo
Lozano
JUEGOS
POLITICOS EN LA ERA DE FAKE NEWS
Enero 24, 2020.
Durante cuatro años, el mundo
aprendió que se puede gobernar (y hacer propaganda) por Twitter, en su capítulo
final ese circo político culminó con la toma violenta del Capitolio de los
Estados Unidos por una turba enardecida que pretendía preservar en el poder a
su líder ideológico Donald Trump.
Jennifer Hochschild, profesora de Harvard,
describe la naciente era de la “post-verdad” como un regreso a las prácticas
políticas e informativas de los siglos 18 y 19 en los Estados Unidos, después
de que durante el siglo XX los medios ejercían una práctica informativa
equilibrada, con baja retórica.
Antes de oír el término “fake news”
(mentiras falsas), se habló de “gaslighting”, término basado en la
película Gaslight (1944), donde se describe una estrategia política para
confundir a los ciudadanos, difundir mentiras, usando un estilo de burla y
silencios (no hablar de problemas reales), lo cual siembra grandes dudas en el
público y los somete a su voluntad. Estas tácticas las usan mucho personajes
narcisistas y agresivos, al estilo de Donald Trump y Andrés Manuel López
Obrador.
El 6 de enero -una escena como de película-
miles de enardecidos seguidores de Trump, fustigados por él mismo, convencidos
de que hubo fraude electoral (idea compartida incluso por el presidente
mexicano) entraron con violencia a la sede del poder legislativo americano con
la intención -según testimonios legales- de asesinar a los legisladores que iban
a reconocer el gobierno de Joe Biden.
Atrás quedaron aquellas
manifestaciones populares basadas en ideales humanitarios o ideologías
políticas serias. Esta turba la formaban grupos radicales neonazis, gente que
cree en cultos satánicos, unos que buscan revivir las cruzadas de la edad
media, otros que veneran dioses nórdicos; aquellos que aseguran que Trump es un
enviado celestial para salvar a la humanidad, y todo tipo de fantasías que persiguen
la supremacía de la raza blanca anglosajona. En esa turba había legisladores,
policías en activo y militares.
La investidura del presidente Joe
Biden fue un evento lleno de simbolismos, un regreso a un ejercicio político
tradicional. Además de la grave crisis sanitaria y su grave impacto en la
economía, el nuevo gobierno enfrenta un profundo divisionismo. Biden llegó al
poder con el apoyo de la mitad de la población, su reto es ganar la confianza
de la otra mitad.
Al saberse, por reportes de sus
cuerpos de inteligencia, de que se preparaban revueltas armadas a lo largo de
todo el país, y buscando evitar otro intento de toma del Capitolio, -en un acto
sin precedentes- el evento de investidura de Biden destacó por la presencia de
miles de soldados, cuerpos policiacos, barricadas y todo tipo de medidas de
seguridad; emulando escenas solo vistas en regímenes militares y autoritarios,
como Rusia y China.
Con la urgencia de parar en seco la
propagación del Covid 19 (y sus mutaciones), Biden tendrá que imponer medidas muy
estrictas de confinamiento y protección como el uso obligatorio de cubrebocas (que
ya se hace en otros países). Los americanos estaban acostumbrados a “defender
sus libertades individuales”, negándose a cumplir tales medidas sanitarias, y
muchos siguen creyendo que Biden no debería estar gobernando.
La agenda interna del gobierno de
los Estados Unidos va a estar muy por encima de sus relaciones con el exterior.
Un ejemplo es que en las primeras horas de la administración, Biden canceló de
tajo el proyecto de un oleoducto que transportaría petróleo de Alberta (Canadá)
al territorio americano. Un golpe bajo para la economía canadiense, sin previo
aviso y aun cuando Biden había dicho que negociaría con Trudeau el
controvertido proyecto. Joe tenía que cumplir una promesa de campaña a su pueblo,
aun dañando la relación con su socio comercial más importante.
No solo los presidentes ejercen jugadas
políticas… Otro golpe a Trudeau estos días fue dado por Pfizer, que de pronto
dijo a sus clientes en Europa y Canadá que reduciría sus envíos de vacuna
contra Covid 19 durante unas semanas, debido a que su planta en Bélgica estaba
siendo ampliada para incrementar su capacidad. Pero al final, en vez de una
reducción Pfizer hizo una suspensión total temporal, y Canadá no recibirá
vacunas (pagadas por anticipado) por varios días.
En los medios se coló la noticia de
que Pfizer en Canadá estaba solicitando al gobierno que le diera algunas
exenciones fiscales para favorecer sus operaciones en el país; y algunos ven la
decisión de dejar de enviar vacunas al país como una forma de presionar para
conseguir tales beneficios.
Casualmente, anoche los noticieros hablaron
de un descubrimiento de científicos en Montreal (Canadá), en vías de confirmar para
uso oficial una medicina -ya existente- que está probando ser muy efectiva para
curar pacientes de Covid 19, la Colchicina, droga usada para tratar la gota.
Este medicamento (barato y ya de venta en las farmacias) están demostrando poder
reducir la gravedad y la mortalidad de pacientes con coronavirus, en altos
porcentajes.
Cuando a nivel internacional se dijo
que Pfizer dejaría de mandar vacunas a varios países por la ampliación de su
planta en Bélgica, en México López Obrador dijo que se debía a que iban a
cederle esa porción de sus vacunas a países pobres…
Pero, cuántas veces los seguidores
de López han justificado que el gobierno no tenga ningún plan de apoyo
financiero a personas y negocios por los efectos de la pandemia, debido a que
México no es un país rico… Esta gente no entiende que, si México es parte del
G20, es una de las naciones más ricas del planeta. Aunque la economía mexicana
no se compara con la de Estados Unidos o de Canadá, ¡tampoco es lógico que sus planes
de apoyo financiero por la crisis sanitaria sean comparables a los que se están
dando en Uganda!
Y volvemos al punto, la ausencia de
verdad en la información que proviene de las autoridades. Los voceros de Trump
se referían a “otra realidad”, López Obrador ha dicho “yo tengo otros datos”.
Si ahora el presidente justifica una acción porque México es rico, mañana
justifica otra porque el país es pobre, ambas se aceptan por el pueblo, aunque
sean contradictorias. Un día se aplaude el rol de la DEA para aprehender
criminales mexicanos, al día siguiente se ataca a la DEA y se exonera a un
personaje que presuntamente ha apoyado a la mafia.
Quizá una de las consecuencias del
confinamiento es el aislamiento social; cada quien vive en su burbuja, ve el
mundo a través de pantallas y cada quien construye la realidad que quiere ver…
o que otros quieren que vean. Habrá que esperar a ver qué o quién va a llenar
ese gran hueco que dejaron los tweets de Trump en el recinto de poder del
ciberespacio. Al menos por ahora -y sin ser su intención- fue el senador
socialista (suspirante presidencial) Bernie Sanders, que sin pretenderlo le robó
cámara al mismo Joe Biden y a Kamala Harris, y fue mayor tendencia de moda en
redes que J Lo y Lady Gaga. ¡El pueblo quiere circo!
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