ENTRE EL TEMOR Y LA ESPERANZA

Angeles y Demonios
No. 2 (Mayo 10)

ENTRE EL TEMOR Y LA ESPERANZA
Por Sergio Granillo


La búsqueda del poder es un motor muy poderoso en todas las naciones, ya sea en Canadá o en México, las formas son las que cambian. Y siempre hay un héroe y un villano, así es como se escriben los discursos políticos, a alguien se le tienen que echar la culpa de las cosas; es el drama de la vida de una nación.

Compitiendo en la agenda de los medios masivos, La Venganza de los Siths, la zaga que concluye el ambicioso proyecto de George Lucas, Star Wars y que se estrena a mediados de mayo, los escándalos políticos emergen del infinito, hacia una “galaxia cercana”…

Los canadienses tendrán que decidir en las urnas de qué lado de “la fuerza” están. Como resultado de las presiones de los Conservadores, agudizada tras el pacto político alcanzado por el líder del NDP, Jack Layton, con el tambaleante presidente Paul Martin, calificado por algunos incluso de “diabólico”, habrá elecciones este verano.

En México, también se velan armas para las elecciones, que siendo en julio del 2006, desde ahora demandan la firma de un “acuerdo nacional”, para que la transición no sea “traumática”.

¿Hubo en México algún acuerdo diabólico, que podría incluso involucrar la mano del gobierno de los Estados Unidos? Es una pregunta sin una respuesta clara.

El hecho es que tras haber sacado de la jugada al alcalde de la Ciudad de México, y más popular precandidato a la presidencia por el partido izquierdista PRD, Andrés Manuel López Obrador, el también debilitado Presidente Vicente Fox da un golpe de timón y no solo acepta el –auto decidido- regreso del alcalde a su puesto, sino que despide a uno de sus hombres más fuertes, el Procurador de Justicia, Rafael Macedo de la Concha, encargado de armar el caso contra AMLO.

Por supuesto, el marco legal es violentado por todos los que debieran hacerlo valer: por el mismo Presidente de la República (al promover un oscuro proceso de desafuero para inculpar por un delito menor a un competidor político), el Procurador General de la República (por acomodar las leyes y los procesos a los momentos políticos), el alcalde de la Ciudad de México (primero, por violentar los procedimientos y requerimientos legales en que se finca el proceso que le siguen y, luego, por valerse de vacíos jurídicos para dejar en el limbo su inhabilitación política); vaya, hasta los mismos diputados, senadores y jueces, por prestarse a todo este re-juego de intereses.

Lo peor de todo es que, una vez más, el Presidente Fox da un marcha atrás a una decisión altamente sensible para la estabilidad de México, exactamente como ocurrió en el conflicto diplomático con Cuba, lo que nos hace creer en las voces de sus detractores, que lo califican como un hombre que padece bipolaridad.

Primero, lanza “toda la caballería” contra el Peje (apodo popular dado al alcalde de la Ciudad de México), hacerlo sujeto a un proceso judicial y, a pesar de una serie de movilizaciones populares, logra quitarle su inmunidad judicial, removerlo de su cargo y hacerlo vulnerable para enfrentar un proceso judicial que, seguramente, lo habría llevado a prisión.

López Obrador no se quedó con las manos cruzadas, aprovechando todos los recursos que su posición política le permitía: recursos e infraestructura del Distrito Federal, los generosos apoyos de los grandes hombres de negocios que simpatizan con él y la adoración de millones de ingenuos desposeídos. El Peje se “brinca las trancas” y suspende su propia suspensión, regresa a su cargo.

Cuando los grupos de derecha brindaban por su victoria, observan este acto de insubordinación política y judicial, pero el trago se hace más amargo al escuchar la postura de Fox reculando de su decisión “en aras de la democracia”.

Este escenario, por un lado es esperanzador, pues tranquiliza el ambiente político, al regresar a la carrera política al candidato más popular que ha tenido México, sólo comparable con el mismo Fox, lo que en los círculos financieros reduce también tensiones. Pero resulta preocupante porque esta estabilidad política, esta gobernabilidad, se ha logrado sacrificando el Estado de Derecho, violentando la ley y los procesos judiciales. Preocupante también por el perfil, y no el proyecto de gobierno, de Andrés Manuel, que se dibuja autoritario, con un toque maquiavélico, pero no astuto, sino visceral. Y preocupa porque sin haber ascendido a la cumbre del poder, ya lo ha sometido…

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