¿Se puede medir la felicidad?

¿Se puede medir la felicidad?
Publicado en www.masqueretaro.com

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Por Sergio Granillo

¿Se ha preguntado alguna vez si es feliz? ¿qué necesita para serlo? Pues aunque suene medio chistoso, el otro día me encontré con una nota publicada en un periódico de Hermosillo, Sonora, en el que se afirma que según una encuesta nacional realizada por una autodenominada Asociación de Editores de los Estados (AEE), sus habitantes son los más católicos y además que los habitantes de las tres ciudades más importantes de ese estado fronterizo son las más felices del país.

No es cosa de reírse, esto puede ser cierto, yo no conozco Sonora, pero la imagen que tengo de los estados fronterizos -gracias a los noticieros- es de muerte, prostitución, pobreza, corrupción. Guerrs entre narcotraficantes, etc., y por lo tanto, muy lejanos a lo que uno entiende por felicidad.

Claro, un conocimiento indirecto, meidático, de cualquier lugar no es suficiente para determinar si la gente ahí es o no feliz, ni siquiera si los índices delictivos y otros indicadores son acertados o verdaderos o si son suficientes para definir el grado de felicidad de la gente que ahí vive. Es más, una verdadera paradoja es lo que ocurre en el Distrito Federal, con los índices de criminalidad más altos del mundo, a pesar de lo cual, más de 25 millones de personas se rehúsan a salir de ahí y viven con verdadero estoicismo el tráfico cotidiano, el smog y la delincuencia.

Volviendo al citado artículo, se dice que los nogalenses son las personas más felices del país (comprendiendo la muestra 15 ciudades solamente), debido en primer lugar a su fervor religioso. Hermosillo empata con Guadalajara y Mérida en el tercer lugar, mientras que Ciudad Obregón obtuvo el cuarto lugar (igual que Culiacán y San Luis Potosí). Mientras que al final de la tabla aparecen el Distrito Federal y Mazatlán.

¿Cómo determinaron que eran felices? Pues, ahí les va una pista... El artículo asegura que los hermosillenses son quienes confían más en la iglesia (78.3%) y además son los más comprometidos con su empresa (96.2%); los obregonenses son los mexicanos que más acostumbran pasear por el campo (89.7%) y quienes más confían en el gobierno (50.7%); los habitantes de Los Mochis y de Tijuana son los que más apoyan a la familia y quienes tienen un mejor ambiente laboral (88.5%).

Esto quiere decir que estando bien con Dios, digamos con un ámbito espiritual satisfecho; si se tiene confianza en la empresa donde uno labora y hay buen ambiente de trabajo, bueno esto ya se sustenta más en Maslow (reconocimiento-seguridad); si hay un buen ambiente familiar (aceptación-Maslow) y se puede confiar en el gobierno (supongamos porque permite proveernos de los satisfactores básicos), además de que existe la posibilidad de salir a pasear por el campo (tiempo libre y contacto con la naturaleza), con esas cosas ya podemos sentirnos muy felices.

¿Esos serían los mismos parámetros en el Bajío? Digo, asumiendo que dicha encuesta tiene la suficiente validez... Pero, supongamos que sí. ¿La gente en Querétaro confía en la iglesia y por ello es feliz? Tendrá estro que ver con la mala fama de “mochilas” que tienen los queretanos; yo considero que lo bueno de la religiosidad es que existe aún cierto pudor, que mucha gente se mide para hacer cosas indebidas; no por ello significa que sean más felices.

Eso de pasear por el campo sí nos lo quedaron a deber, pues si de algo carece Querétaro, me refiero al Municipio del Centro y sus alrededores, es la falta de áreas verdes para poder salir a pasear “al campo”; la opción era Amealco (muy descuidada) o de plano irse hasta la Sierra... Aunque allá, entre curva y despeñadero, hay pocas opciones para pararse a hacer un tradicional picnic.

Los citadinos concentran su felicidad en salir a pasear por las calles del hermoso centro histórico, ir de compras o al menos a ver aparadores en las plazas comerciales o ir al cine, sobre todo los miércoles de mitad de precio, porque el dinero no es la felicidad, pero cómo ayuda.

Según otro artículo, -contrario a lo que muchos indicadores económicos puedan señalar- se dice que México es uno de los países donde la gente es más feliz, comparado con el resto del mundo. Y es bien sabido que los habitantes de muchos países nórdicos sufren por la falta de sol, más en esta época, lo cual genera en ellos trastornos emocionales relacionados con la depresión que fomenta un alto índice de suicidios. Y claro, en comparación con los países africanos, los de Medio Oriente, aún muchas naciones latinoamericanas, con altísimos niveles de pobreza, guerrilla o guerra en toda su extensión, indudablemente que somos felices. De hecho, los latinos tenemos fama de ser una cultura muy alegre y los mexicanos en particular somos conocidos por fiesteros y pachangueros.

¿Será eso realmente felicidad, vivir el día a día, ser positivos, cerrar los ojos a los problemas, dejar hacer y dejar pasar las tropelías del gobierno, ignorar los problemas económicos, echarnos una ayudadita con alcohol? Es difícil determinarlo, pero vaya, podemos rescatar este importante sentido de la vida, el ser feliz a pesar de... sin esperar a que llega el día en que... o el momento cuando tengamos...

Quizá por este acto de celebrar la vida, de ser felices por naturaleza, es que tiene sentido nuestro festejo, muy mexicano, del Día de Muertos; porque hasta ellos, donde estén, son felices; por eso la razón de los altares es “acercarles” a nuestros seres queridos que solo se nos han adelantado al otro barrio, aquello que en esta vida les provocaba felicidad.

¡Feliz Vida y feliz Día de Muertos!

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