MÉXICO vs MÉXICO

MÉXICO vs MÉXICO
Por Sergio Granillo

Desde tiempos muy remotos ha habido un profundo resentimiento entre la Ciudad de México y el resto de la nación mexicana. Hoy, a raíz de la adelantada carrera presidencial, revive el enfrentamiento entre México, la ciudad, y México, la República.

Las pugnas evocan aquel impactante relato de Julio Cortázar, “La Noche Boca Arriba”, en el que un joven sueña que va manejando una motocicleta por la Ciudad de México, cuando repentinamente choca y, en un delirio entre la vigilia y la inconsciencia, se ve a sí mismo corriendo por una selva, huyendo de un grupo de guerreros aztecas que lo persiguen para sacrificarlo; reflejo del dominio que desde la época prehispánica ha ejercido la entonces Tenochtitlán (antigua capital azteca, donde hoy se asienta el Distrito Federal).

Demasiado poético para describir las pugnas entre Andrés Manuel López Obrador y el Presidente Vicente Fox, uno presuntamente defendiendo los intereses del gobierno de la Ciudad de México, y el otro, de la República Mexicana, o como él diría, de las mexicanas y los mexicanos.

El conflicto surge por la recién de la reforma al artículo 122 de la Constitución (12 de octubre), por el cual las participaciones (lo que entrega el gobierno federal a cada entidad a cambio de los impuestos que cobra) al Distrito Federal se reducirán en un 36%, pasando de 2 mil millones de dólares (US) a casi 1,400 millones de dólares (US).

Esta pugna podría llevar al rompimiento del pacto fiscal federal, hecho poco probable, mas no imposible de ocurrir. Lo que significaría que la ciudad más poblada del mundo (casi 30 millones de habitantes, equivalente a toda la población de Canadá) podría dejar de entregar tributos fiscales al gobierno federal, y rediseñar su estructura impositiva para que todo lo que genera la “Ciudad de la Esperanza” (slogan político del gobierno del Distrito Federal) se quede dentro de ella y no ingrese a la hacienda federal, en perjuicio de los otros 31 estados que conforman la República.

Por su parte, el jefe del gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador –hasta ahora el más fuerte aspirante a suceder a Fox- explicó que la Ciudad de México genera anualmente 90 mil millones de dólares (US), y tan solo por concepto de impuestos al consumo y al trabajo (IVA e ISR), el gobierno federal recibe de los habitantes de la capital más de 36 mil millones de dólares (US), que -a cambio- únicamente le entrega 2 mil millones de dólares.

De acuerdo con datos del gobierno federal, se entregan recursos a los 31 estados de la República y al Distrito Federal en dos grandes vertientes: aportaciones y participaciones; que en la gran mayoría de los casos representan más del 90% del total de los ingresos de que disponen los gobiernos estatales y municipales.

De enero a agosto de 2004, el gobierno federal ha recaudado casi 61 mil millones de dólares. En ese período, la Federación ha entregado a los estados un total de 31 mil millones de dólares (US), de los cuales, los mayores montos han sido canalizados al Estado de México (10%), Distrito Federal (9.6%), Veracruz (6.5%), Jalisco (5.6%) y Nuevo León (3.7%).

Este reparto fiscal ciertamente no refleja la importancia socioeconómica que tiene el Distrito Federal, pues aún cuando un gran porcentaje de sus habitantes no aporta recursos fiscales -ya sea por edad o por encontrarse en la llamada “economía informal”-, gran parte de los corporativos nacionales e internacionales tiene su sede en la ciudad capital y tributan en esta demarcación.

Resulta muy grave la sola posibilidad de que el gobierno del Distrito Federal hable de “romper el pacto fiscal”, siendo inédito que una entidad se rebele contra el pacto federal. Esto tiene una cariz electoral y sería utilizado como un medio de presión o una carta para negociar el desafuero de Andrés Manuel López Obrador (con lo cual prácticamente quedaría inhabilitado para entrar a la carrera por la presidencia), pero evidencia la casi nula visión política del Presidente Vicente Fox y de su gabinete.

Y esto lleva una histórica carga de resentimientos ante lo inequitativo del reparto fiscal, en el cual, como aquel típico juego mexicano de “la perinola”, “todos ponen” impuestos para la “bolsa” del gobierno federal, el cual (como se hacía desde los Aztecas) “toma todo” y reparte a su antojo hacia la periferia. Lo que coloca en posiciones antagónicas a mexicanos de todo el país frente a los mexicanos de la capital del país, más conocidos como “chilangos” y aún los del estado vecino al Distrito Federal, el Estado de México –entidad que recibe más recursos que el DF-, cuyos habitantes son llamados “mexiquenses”.

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