Misterios sin resolver

Misterios sin resolver
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Por Sergio Granillo

Uno de los casos más escandalosos ocurridos recientemente en Querétaro es el asesinato del joven Miguel Ángel Hernández Galván, a manos –presuntamente- de uno de los príncipes herederos del emporio dejado por Don Roberto Ruiz Rubio, caso conocido como el de la BMW negra.

Se ha manipulado, definitivamente, este hecho, no porque sea algo nuevo el que un junior o un alto funcionario cometan un crimen, aún un asesinato, y las autoridades encargadas de la justicia se queden con las manos cruzadas.

Para no ir más lejos, hace un par de años el chofer de un vehículo de transporte público arroyó sobre Av. Constituyentes a un famoso ciclista, durante una carrera, y a pesar del escándalo desatado en casi todos los medios nacionales, el asesino salió libre con una fianza de unos cuantos miles de pesos, y no era un junior ni un alto funcionario.

En este país no es un secreto que casi cualquier asesino, con algunas influencias o una corta “feria”, pueden regodearse en la impunidad; y como diría José Alfredo Jiménez, aquí “la vida no vale nada”.

Yo no entiendo qué clase de estiércol tienen en la cabeza y en las entrañas los señores todos los involucrados en el ámbito jurídico y judicial, pues numerosos asesinos y violadores salen libres fácilmente o ni siquiera pisan una cárcel; mientras que si un ciudadano honesto, cargado de ira, se atreve a agredir a un abogado o al personal de un banco que le quiere despojar de todos sus ahorros o sus propiedades injustamente, es refundido en prisión; y ni hablar de dejar de pagarle a Hacienda, hay casos considerados “traición a la patria”.

La sociedad debe reflexionar sobre un hecho grave: la casi total ausencia del Estado de Derecho. Aquí, la ley se negocia, muy lejos de su función de procurar justicia.

La impunidad no llega a estos niveles de la noche a la mañana, tiene un origen, un fermento que le va dando forma y vida. Nace en los pequeños hechos de abuso, ya sea que lo ejerzamos o lo padezcamos; en la violencia verbal, en la sumisión ante los abusos, en la oficina, en la casa, en la calle. Por ejemplo, cuando en la calle, un automóvil se nos cierra indebidamente o se nos hecha encima, es un abuso, una intromisión en nuestro espacio vital, que en un caso extremo –como el de la BMW negra- desemboca en un crimen.

A algunos les resulta ridículo decir esto, cómo se compara un asesinato a un cerrón vial, pues sí, esa prepotencia, esa energía destructiva (Tanathos, según Freud) es exactamente la misma que llega a incitar al crimen, y es bien sabido que un automóvil es un arma letal en potencia. Esto ocurre precisamente cuando no hay límites externos ni internos en una sociedad, cuando lo que prevalece es la impunidad; crímenes sin castigo, generan más crímenes, más violencia.

Que haya castigos, cuando deba haberlos, y sin detenerse en el hecho de que es un magnate o un diputado o un exfuncionario, así es como debe trabajar la ley; de lo contrario, todos corremos el riesgo de caer en esta lucha salvaje fuera de todo orden legal; y recordemos que siempre habrá alguien más gandalla y más cabrón que nosotros, ¿o no?

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